Miguel Ángel Perera en el primero de la tarde enseñó su maestría ante su oponente llevándolo siempre un paso por detrás para poder ligar ciertos muletazos que llegaran al respetable. Estuvo acertado con ambas manos destacando ciertos derechazos que le valió para cortarle la primera oreja de la tarde. En el cuarto de lidia, segundo de su lote manso y muy protestado desde los tendidos en la primera parte de la lidia, hizo que Perera con mucho esfuerzo le sacara lo poco que tenía, llevándolo con mucha suavidad y temple, dándole la distancia necesaria para ligar buenos muletazos, demostrando el gran torero que es, cortó su segunda oreja siendo el triunfador de la tarde y abriendo l puerta grande.
Cayetano Rivera en el segundo de la tarde, primero de su lote, lo recibió con capotazos de poco lucimiento, viéndole lo poco que podía transmitir el astado, no brindó al público, con unos lances fuera de los tercios, sólo sacó unos muletazos por el pitón izquierdo quedándose estancado sin mayor faena, sin dudarlo el madrileño lo despachó pronto. Al quinto de la tarde lo recibió con una buena serie con el capote, con temple, mas unos buenos pares de banderillas, provocaron la salida con montera en mano de Iván García y Alberto Zayas. Ya en la muleta, Cayetano sacó el arte Ordoñez ante un nuevo manso que supo acoplarse a la muleta del maestro, terminó faena con unos muletazos a dos manos por lo alto que gustó al respetable, mató con una buena estocada a volapié que le sirvió para cortar una oreja.
Emilio de Justo se presentaba en su casa con mucha ilusión, y desde el momento de aparecer en el albero, los aplausos del público se hicieron eco en la plaza. Otra cosa fue su lote, el más flojo de los charros, con el primero poco pudo hacer excepto una buena tanda de manoletinas que encandiló a los espectadores, pero los dos pinchazos de la suerte suprema, le privaron de hacerse con algún trofeo. El que cerraba tarde lo recibió a porta gayola, dando a entender el de Torrejoncillo que estaba dispuesto a darlo todo ante su público, agradeciendo así el interés mostrado para verlo en el coso cacereño. Pero de nuevo, el charro llamado marismeño traía la misma mansedumbre que sus hermanos, el afán de esfuerzo derrochado por Emilio con esas ganas de triunfar, le llevó a arrimarse al toro demostrando el gran momento que tiene a pesar de la poca práctica en los ruedos. Lo peor fue una vez más la espada, que no se alió con él, quedándole como premio una sola oreja junto al cariño del respetable.
Imágenes cedidas por TorosenExtremadura
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